sábado, 29 de março de 2008

Resumen

Estar en el mundo es vivir en esferas, espacios de relación, climas o atmósferas, cuyo análisis dice más de la vida humana que la consideración del individuo autónomo o de las diversas posiciones que la ciencia y la metafísica le han asignado. Si Esferas ya había desarrollado un sugestivo esfuerzo por mostrar que la esfera humana primaria - «burbuja» - era esencialmente relacional, bipolar, y Esferas II había llevado a cabo una narración completa de las tensiones inherentes a la constitución de las macroesferas - «globos» -, esos lugares absolutos que daban vida a la idea del Todo, Esferas III tenía asignado proponer una teoría que se hiciera cargo del nuevo espacio interrelacional del mundo contemporáneo, un mundo que, a pesar del generalizado discurso de la globalización, está marcado por el fin de la imagen centralizada del globo omnicomprensivo y unitario. Esferas III representa así el intento de comprender la situación actual como la conexión entre sí de «burbujas», pequeños ambientes que revisten múltiples formas (individuos, parejas, asociaciones de todo orden, consumidores, partidos, etc.), en ausencia de toda visión panóptica, de toda metáfora integradora.

Es lo que Sloterdijk encuentra en la espuma, un agregado de múltiples celdillas, frágiles, desiguales, aisladas, permeables, pero sin efectiva comunicación. Fragilidad, ausencia de centro y movilidad expansiva o decreciente caracterizan una estructura que mantiene una «estabilidad por liquidez», divisa posmoderna que refleja la íntima conformación de la espuma, la metáfora que sirve a Sloterdijk «para formular una interpretación filosófico-antropológica del individualismo moderno, del que estamos convencidos de que no puede ser descrito suficientemente con los medios que hay hasta ahora». A diferencia de la red, la metáfora inevitable desde la abrumadora expansión de Internet, la espuma subraya el aislamiento conectado, la diversidad de las conexiones, la constante movilidad de los puntos conectados y la irregularidad de la estructura total. La primera consecuencia de esta visión «espumosa» del espacio humano es la ruptura de toda representación de totalidad, lo que ya no afecta sólo a la religión o a la filosofía, sino también a la sociología: habitar en la espuma significa que la idea misma de sociedad resulta cuestionable, pues implica la visión, exterior a la burbuja propia, de una totalidad estructurada, organizada e inteligible, idea que es ya, a los ojos de Sloterdijk, un resto de los sueños imperiales de una teoría sociológica heredera de la metafísica.

Burbuja-tipo.
La impresión de artificialidad que produce una visión así de la esfera social tiene su propia lógica; y es que, en efecto, las burbujas son ante todo un invernadero, un ámbito acondicionado y cerrado a un exterior tóxico, formado cada vez más por toda suerte de prótesis auditivas, locomotoras, visuales, etc. Sloterdijk ve en la explicitación creciente de todos los implícitos en que se funda la vida humana el rasgo más decisivo de la modernidad, pero en vez de pensarlo al modo hermenéutico, como la apropiación de los horizontes históricos de sentido, lo ve como la puesta a disposición, mediante la técnica, de todos los elementos ocultos del cuerpo y del medio ambiente.

De ahí surge una extraordinaria capacidad de control de las condiciones de vida y de producción de bienestar, que empuja a pensar la vida de otra manera. Es lo que Sloterdijk emprende en la última parte del libro, donde ejerce toda su capacidad provocativa para denunciar la disparidad, en el Primer Mundo, entre la amplitud del invernadero y el discurso público, dominado aún por la «psicosemántica de la necesidad»; frente a él hay que insistir en que, por primera vez, se abre la posibilidad de una conducta no aplastada por la carga de la subsistencia y su ética, sino una vida descargada, aligerada, mimada por el confort: «La era de la levitación». ¿Logra efectivamente Espumas pensar a fondo el espacio contemporáneo? A pesar de que ofrece momentos descriptivos muy logrados, como los análisis dedicados al apartamento como burbuja-tipo de la vida individual y a los nuevos conectores, los «palacios de congresos», no se aprecia una teoría que vaya más allá de lo que insinúa sugestivamente la metáfora de la espuma. Especialmente sobre la conexión entre las células se dice muy poco: casi sólo se alude a la idea de una imitación expansiva, cuyo mecanismo no se explica. La impresión de que la metáfora se aplica reiteradamente en diversos contextos sin que por ello aumente la comprensión acompaña constantemente la lectura. Una lectura que, más que en otras ocasiones, se hace fatigosa e impaciente, pues la escritura ágil y expresiva de Sloterdijk no compensa la escasez de resultados teóricos.

Análisis del nacimiento.
Las conferencias de 1988 "Venir al mundo, venir al lenguaje" son un perfecto antecedente del proyecto de Esferas. En él la problemática del comienzo, del venir-a, ocupa el centro de una reflexión jugosa y original, que no se pierde en las tradicionales paradojas filosóficas del inicio, sino que, mediante un análisis vibrante del nacimiento, que anticipa Esferas I, ilumina la realidad de nuestro estar en el mundo y el lenguaje. El nacer no nos entrega inmediatamente al mundo, sino que antes nos sitúa en lo abierto, en el espacio libre de lo indecidido, de lo no fijado aún por el lenguaje en un mundo constituido. Vincular el pensamiento, contra el olvido del nacimiento tanto en la autobiografía como en la filosofía, a esa negatividad de lo abierto, es la forma actual de recuperar el aliento crítico tras el fin de la utopía. Es lo que nos enseña la Teoría Crítica de Atenas, el no-saber del partero Sócrates, reinterpretado antiplatónicamente por Sloterdijk.